lunes, 3 de noviembre de 2014

Una historia. Un ejemplo. Cancer y como abordarlo en los colegios


Un compañerito, un amigo, fue diagnosticado con cáncer. Y ese hecho ya conmueve a toda la comunidad educativa. Por eso, hay que hablar, poner palabras a lo que está sucediendo para que tengan la contención necesaria en el momento adecuado.

El primer síntoma de que algo no está andando bien es la ausencia prolongada del niño enfermo. Las noticias llegan y el asombro crece, nadie puede creerlo. Son los padres los que se acercan al colegio a contar qué está pasando y también esperando ser escuchados y contenidos. Esta es la primera prueba que el cuerpo docente debe pasar, se transforma en un interlocutor que debe estar ahí para recibir las emociones y temores de la familia.


Al mismo tiempo, el niño ve su rutina cambiada. Se ausenta del colegio, comienza un tratamiento que puede ser doloroso por momentos, se enfrenta a cosas nueva continuamente. El pequeño volverá al aula solo con la autorización del médico, algo que puede demorarse hasta más de 6 meses. Es un tiempo prolongado, en el que se necesita un contacto efectivo entre la familia y la institución para que el chico no pierda lo que se está trabajando en clase. Entre las opciones a las que se puede acudir para ayudar se encuentran la escuela hospitalaria y la domiciliaria. Con las tareas el chico se mantiene activo y puede enfocarse en algo que no sea la enfermedad. Incluso, un docente de su colegio puede acompañarlo.

El contexto


Para evitar problemas futuros, es necesario brindar información precisa al colegio. Muchas veces los padres se acercan a hablar cuando todavía no le contaron al niño que tiene cáncer o no lo saben sus hermanos. Hay que saber que cuando la escuela toma conocimiento la información empieza a circular y hay que prevenir que llegue a donde no se quiere.

En este sentido, es posible acudir a especialistas o profesionales que ayudan a poner las cosas claras dentro del contexto. Así mismo, la escuela puede acudir a fundaciones que trabajan sobre la temática y cuentan con material ya redactado para que les sea fácil a los niños entender. Por ejemplo, cuando una escuela nos llama, lo primero que hacemos es chequear qué información tienen y qué autorización le dieron los padres. Así podremos decirles cómo manejarse a futuro. Desde ya, que siempre aconsejamos a los padres contarle cuanto antes al pequeño sobre la enfermedad, pues tarde o temprano se enterará.

Multiplicado

La escuela no solo debe enfocarse en la familia y el niño, sino que también tiene que contener a sus compañeros y, a veces, hasta sus padres. Muchas veces, cuando escuchan cáncer, los adultos se asustan y no saben cómo manejarlo. Esto les pasa incluso a los docentes, que también intermedian con los papás de los otros alumnos y los pequeños.

Muchos padres no saben qué hacer, se asustan ante la enfermedad y, entonces, presionan mucho a la escuela pidiendo cosas que son incongruentes. Una vez que el primer impacto se atravesó, hay que decidir qué decirle a los compañeros. Algunos padres prefieren que los otros chicos no estén al tanto de la dolencia durante los primeros tiempos. Esta decisión debe ser respetada y acompañada con charlas que manifiesten qué dificultades pueden aparecer, sobre todo para el niño enfermo, para sus hermanos que van al mismo establecimiento y para los amigos.

Una vez que todos saben qué está ocurriendo, el contexto cambia. Surge una nueva actitud surge y se da un acompañamiento real hacia el niño enfermo y sus familiares. La labor de la maestra será fundamental para entablar un vínculo fluido entre los alumnos. Por eso, es importante pedir ayuda si así se lo siente, pues un buen flujo de información facilita la vida cotidiana de todos. Una buena opción puede ser reunir a los docentes con el equipo médico para que tengan en claro qué y cómo contar.

Contar con asesoramiento y no tener miedo a la situación es clave para seguir adelante.

* Por Edith Grynszpancholc, creadora Fundación Natalí Dafne Flexer, (www.fundacionflexer.org).

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